Una vida ante mis ojos

Hace casi dos años que mi buen amigo José de la Rosa me propuso participar con un microrrelato romántico para la revista digital Skeimbol junto con autores como Regina Román, Lucinda Grey, Jonaira Campagnuolo, Fernando Alcalá, Anabel Consejo y Natalia Viana. El relato lo podéis leer pinchando aquí, que además, tiene una ilustración preciosa. Así como os invito a leer los de mis compañeros porque de verdad que son estupendos.

El caso es que hice dos, por aquello de ponerme las cosas más difíciles para saber cuál presentar. Ya me conocéis…

Ahora, tiempo después, me he acordado de este que se quedó en el cajón. ¿Y qué hace guardado cuando puedo regalarlo?

Espero que os guste.

 

Una vida ante mis ojos

Dicen que en el instante previo a la muerte vemos la vida pasar ante nuestros ojos. Ahora sé que puede ser cierto.

He revivido los primeros cruces de miradas, he sentido la incertidumbre del primer acercamiento, los titubeos, la torpeza de nuestras manos. Resuenan en mi cabeza sus galantes palabras, que no son más que un tierno empeño por reclamar mi atención, ignorante de que hacía meses que me tenía a su merced.

Estamos besándonos por primera vez y el tiempo se detiene. Solo soy consciente de la potente corriente eléctrica que me atraviesa y va encendiendo cada una de las partes de mi cuerpo con el dulce contacto de sus labios.

Las imágenes avanzan y entre el revoltijo de sábanas, con caricias y jadeos, expresamos la pasión que las palabras no alcanzan a describir. Nuestros cuerpos se están conociendo pero siento como si nuestras almas ya lo hubieran hecho.

El primer te quiero.

Caen por mis ojos las lágrimas de las tontas discusiones y malentendidos, pero el corazón galopa sin control cuando me abraza, nos reconciliamos y volvemos a encajar como piezas perfectas de un rompecabezas.

Toqueteo el anillo en mi dedo y me embebo de los agradables silencios compartidos en nuestro hogar.

Me embriaga la emoción al coger en brazos por primera vez la mayor expresión de amor que nos podríamos haber regalado, nuestro hijo.

Los años avanzan y nuestros sentimientos se ven multiplicados. Nos entendemos con cómplices miradas y gestos imperceptibles para el resto del mundo. Nos vamos pareciendo en aquellos puntos en los que éramos tan dispares, nos vamos acercando a ser un todo…

Nuestra vida en común pasa ante mis ojos y sé, sin el menor resquicio de duda, que acabo de dar el primer beso al hombre de mi vida.

 

Tessa C. Martín

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