Y que mis lágrimas se conviertan en vuestras risas.

Escribir no es una profesión fácil. Cualquiera que piense lo contrario no se ha enfrentado a una hoja en blanco con miles de pensamientos rondando por su cabeza, algunos referentes a su novela, otros a su vida personal. Quizá tenga compañeras y compañeros cuya creatividad no se haya visto afectada en exceso por lo que sucede a su alrededor. Puede que encontraran en la escritura una vía de escape a la situación que esta pandemia nos ha traído y hayan sido mucho más productivos que en circunstancias normales. Yo no soy de ese tanto por ciento. Yo soy del otro. Del que ha llorado casi todos los días (o todos) desde que nos encerraron en casa y vi a mis hijos mirar por la ventana con tristeza. Con el confinamiento, mi imaginación también se puso en cuarentena y tuve que dejar de lado la novela que estaba escribiendo desde diciembre. Un romance histórico que requería de documentación y sobre todo, concentración.

Después de muchos días en los que debí acostumbrarme a la nueva rutina de estar todos juntos, hacer los deberes por la mañana, jugar con mis hijos, llevar la casa y al mismo tiempo forzarme a esconder mi miedo y poder escribir, porque mi mente necesitaba evadirse casi tanto como respirar, encontré la solución. Y esa solución tiene un nombre. Y ese nombre es Potro Fernández. Quizá suene complejo, pero de mis lágrimas salió una comedia romántica con un personaje muy potente. Me refugié en el humor para escapar de la tristeza y escribir una historia divertida, ligera y bonita, que cualquiera en mi situación hubiese agradecido leer. Una novela entretenida que pretende romper estereotipos y que estoy segura de que os va sorprender. Porque Potro es uno de los personajes mas reales que he creado, al menos el que siento más cerca. Solo espero que cuando lo conozcáis en profundidad, lo disfrutéis tanto como yo. Y que mis lágrimas se conviertan en vuestras risas.

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