Hablemos de la portada. De lo importante que es y de, en este caso en concreto, el valor sentimental que tiene. Como ya sabéis, hace poco publiqué mi última novela: Palabra de McKenzie. Entre todas las decisiones que tuve que tomar estaba la de elegir una portada que no fuese la típica de novelas escocesas medievales. No quería torsos desnudos, ni castillos de fondo, ni espadas, ni tartanes. La quería a ella, a la protagonista. ¿Qué hacer cuando te pasas horas frente a bancos de imágenes y ninguna encaja con la que tienes en mente? Pues que decides tomar las riendas. No hay novela más mía que esta porque hasta nos encargamos de la portada. Así que permitidme que me muestre orgullosa y comparta con vosotros el proceso.
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